La vicepresidenta De la Vega ha dicho que el Gobierno actúa de manera exigente y firme con Cuba y con Venezuela. Pero esas exigencias y esa firmeza recuerdan lo de aquel padre que demostraba así su autoridad en casa, cuando el hijo se iba a la calle:
-¿A qué hora vas a volver?, preguntaba.
-A la que me dé la gana, respondía el chaval, dando un portazo.
-Bueno, pero ni un minuto más, sentenciaba el padre.
Aún recuerdo lo airado que se mostraba Miterrand, cuando a finales de los ochenta, algún periodista le comentaba que los españoles teníamos la sensación de que Francia no apoyaba lo suficiente a España contra ETA. La posterior colaboración gala ha demostrado la razón de aquellas quejas. Y lo mismo podría decirse de otros países europeos o americanos, como México, que hoy ayudan claramente a España. El diálogo, pero también la firmeza, han hecho posible el cambio de mentalidad hacia ETA en los países democráticos.
Los reductos donde se mueven hoy los etarras con plena libertad -como sucedió hace un par de décadas en la Nicaragua sandinista- se circunscriben, prácticamente, a Cuba y Venezuela, una dictadura comunista y un régimen autoritario con escasas libertades, climas ideales para los terroristas.
El deseo del Gobierno de defender los intereses españoles en esos países no puede estar por encima de la necesidad de proteger a los ciudadanos de las posibles acciones de una banda criminal. Ningún interés económico de la empresa que sea vale más que la vida de un sólo español. La acusaciones del juez Velasco son graves y no pueden ser despachadas con vagas promesas de colaboración. Zapatero debe abandonar los paños calientes con Chávez y Castro y exigirles que demuestren ya, con hechos, que no amparan a ETA.
Luis Ayllón - layllon@abc.es
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