Si le cuentan de un país donde el gobierno pide prestado a las generaciones futuras el 42 por ciento de lo que gasta, seguramente pensará que le están hablando de una nación del Tercer Mundo. Pero resulta que es el triste caso de Estados Unidos en el año 2010. |
Los políticos suelen tener muy corta memoria. Hace mes y medio, el presidente Obama declaró: "Simplemente, no podemos continuar gastando como si el déficit no tuviese consecuencia alguna; como si el derroche no importara; como si los dólares de los impuestos de los norteamericanos se pudieran manejar como dinero del Monopoly; como si pudiéramos ignorar este desafío durante otra generación más". Hoy, hoy...
Lamentablemente, la historia nos dice que suele ser perjudicial para los bolsillos de la ciudadanía que el partido del ocupante de la Casa Blanca goce también de mayoría en el Congreso. Esta confluencia explica, en gran parte, que el déficit del gobierno federal vaya a crecer este año 143.000 millones de dólares más que el año pasado; que vayan a subir los impuestos que han de pagar las empresas pequeñas y las personas de altos ingresos (que son las que crean puestos de trabajo); que el gobierno federal vaya a pedir prestados 42 centavos por cada dólar que gaste este año; que se duplique la deuda pública del referido gobierno federal: deuda que tendrán que pagar nuestros hijos y nuestros nietos.
La triste realidad es que nada de lo que está haciendo el presidente Obama resolverá los serios problemas heredados del anterior gobierno; todo lo contrario: los está agravando día tras día. Y si a ello le agregamos las locuras que se están proponiendo en el programa de salud, los tenedores de los bonos del gobierno de Estados Unidos se desharán corriendo de ellos, antes de que se evapore su valor.
Obama dijo el 12 de marzo: "Yo no vine aquí a pasarle el problema al próximo presidente, o a la próxima generación, sino a resolverlo". Indudablemente, habla muy bien; pero a la fecha no ha ido más allá de las promesas y las frases bonitas.
El presidente de Estados Unidos dice defender "el capitalismo responsable", pero éste sólo se da en un régimen de libre competencia y cuando el gobierno interfiere exclusivamente para que se cumplan las leyes. Parte del problema actual es que ni siquiera los jueces pueden llegar a conocer todas las leyes y regulaciones vigentes.
Lo cierto es que ni Papa Noel y los Reyes Magos viven en la Casa Blanca, y todo lo que el gobierno regala tiene primero que quitárselo a alguien. Lo de la redistribución suele sonar muy bien, pero quienes financian la bondad gubernamental son aquellos que trabajan duro y ganan bastante. Y esas personas, apenas se den cuenta de que sus esfuerzos benefician no a sus familiares sino a gente desconocida y favorecida por los políticos, dejarán de esforzarse y de crear empleos. Las cosas siempre han sido así, y el buen Obama no lo va a cambiar. La prueba es que en febrero se perdieron 36.000 puestos de trabajo.
Por ninguna parte se ven los 3,5 millones de empleos nuevos que prometió el presidente para fines de este año. Para que se conviertan en realidad es necesario crear confianza; no entre los grandes capitalistas, que a menudo reciben invitaciones a la Casa Blanca, sino entre los comerciantes e industriales pequeñitos, que son los que dan empleo a la gran mayoría de los trabajadores en este país.
© AIPE
CARLOS BALL, director de la agencia AIPE.
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