La noticia de su muerte nos ha dejado consternados y estamos seguros de que compartirán este dolor cuantos le conocieron y le trataron. Era un profesor eminente, un europeísta convencido, un demócrata que supo defender sus ideas y sus ideales en los ámbitos más diversos y en las circunstancias más difíciles. Su capacidad movilizadora en foros, asambleas, encuentros, llegaba a los últimos rincones del planeta. Y sus dotes persuasivas eran tan sólidas que resultaba muy difícil resistirse a sus proyectos, tan grande era la convicción que ponía en cada uno de ellos.
Participó en infinidad de congresos y conferencias, publicó numerosos libros, defendió el nombre de España, su cultura y su civilización desde París, el Consejo de Europa, el Banco Europeo de Reconstrucción y Desarrollo e infinidad de Instituciones y Organizaciones en las que participó activamente.
A lo largo de toda su vida conservó una entrañable fidelidad a la Comunidad Valenciana y en especial a su pueblo de Carcaxent, donde nació en el seno de una familia típicamente valenciana, de propietarios y exportadores. Siendo muy niño acompañaba a su padre en un tartaneta a los huertos varias veces por semana y en los desangelados anocheceres de invierno iba con él a la estación de mercancías del pueblo para asistir a la carga de los vagones, cuya expedición se había previsto a distintos lugares de Europa, que pronto le fueron familiares y que imprimieron en él desde la infancia su profunda vocación europea que desplegaría durante toda su vida. Con razón pudo escribir que él no era un europeo de circunstancias sino, en todos los sentidos de la palabra, un europeísta que había encontrado que Europa estaba, desde muy tempranamente, en todas las esquinas de su vida.
Desde su llegada a la Universidad de Madrid tuvo ocasión de poner en práctica ese europeísmo con un grupo de compañeros de la Facultad de Derecho, que habían organizado en la Asociación Católica de Propagandistas un círculo de debate sobre temas contemporáneos, y entre ellos Europa.
Pocos años más tarde participó activamente en la Asociación Española de Cooperación Europea, que juntamente con el Instituto de Estudios Europeos de Barcelona y con la Liga de Cooperación Económica promovía en España los ideales europeos.
La AECE y el Consejo Federal Español del Movimiento Europeo decidieron celebrar en Múnich, en junio de 1962 y en el marco del Congreso Internacional del Movimiento europeo, bajo la presidencia de Maurice Faure, un encuentro de personalidades del europeísmo español del exilio y del interior. Presentaron del modo más formal, en nombre de la España democrática, la petición de su integración en la Comunidad europea tan pronto se reunieran las condiciones políticas que lo hicieran posible. El éxito de la reunión fue total, tanto en términos políticos como mediáticos, y su designación como «contubernio» le dio extraordinaria visibilidad, reforzada por la dureza represiva del régimen, que castigó a todos los participantes en él al confinamiento o el exilio. Uno de los vectores principales de ese encuentro fue José Vidal Beneyto, que asoció desde aquel momento democracia y Europa a un mismo combate. Desplazó su domicilio a París, y con el corazón en España y en Valencia recorrió el mundo entero defendiendo su pensamiento con pasión pero con tolerancia.
Como Director General del Consejo de Europa desarrolló una extraordinaria labor: el lanzamiento de once itinerarios culturales, entre ellos el Camino de Santiago, las Rutas de la Seda y los Itinerarios del Barroco; la creación y puesta en marcha de diecisiete redes europeas de centros culturales; la extensión del programa de enseñanza de lenguas; la concepción y el lanzamiento del programa Industrias de la Lengua; la creación del Fondo para la producción cinematográfica Eurimages y la defensa de los derechos de autor en el ámbito audiovisual; la creación y puesta en marcha de tres programas de Educación permanente, la creación de archivos audiovisuales y programas para la defensa del patrimonio cultural.
Esta vocación europea de José Vidal Beneyto le llevó a una fecunda actividad periodística, recogiendo la realidad del momento desde la perspectiva de su amplia visión con espíritu riguroso y crítico, y marcando las perspectivas del proceso de integración de nuestro continente.
En su libro «Por una Europa política, social y ecológica», se recoge una síntesis de su actividad periodística reproduciendo cien artículos, escritos a lo largo de veinte años, que constituyen un arsenal indispensable para quien quiera conocer la cultura, comunicación y sociedad europea, el régimen de partidos y elecciones, la ampliación, la constitucionalización de Europa y mil cuestiones más, que ha ido desgranando semanalmente con una fuerza extraordinaria y sin plegarse a oportunismos y conveniencias, fiel siempre a su independencia de criterio y a su acusada personalidad.
Vidal Beneyto, autor de numerosos libros, editor de otros muchos, fue por encima de todo un profundo y brillante sociólogo especialista en estudios de comunicación, y durante diecinueve años fue presidente de la Asociación Mundial de Medios de Comunicación de Masas. Catedrático de Sociología de la Universidad Complutense, director del Colegio de Altos Estudios Europeos Miguel Servet de París, impartió cursos en las universidades de California, San Diego, Michigan, Pensilvania y Florencia.
Últimamente publicó tres volúmenes sobre «la Gobernación del Mundo», defendiendo la idea de que la mediatización no es ineluctable ni irreversible, pero es dominante, y su objetivo es controlar la globalización, a través de la concentración de grandes áreas geopolíticas regionales integradas y trasversalizadas.
En los años sesenta fue decisiva su contribución a la creación de Ceisa, una Sociedad que permitió, al ser expulsados de la Universidad los profesores Aranguren, Tierno Galván, García Calvo y Montero Díaz, constituir un Centro de Enseñanza e Investigación bajo la cobertura de una sociedad anónima. Allí se concentró un gran número de profesores, se creó una Escuela de Sociología en el ámbito del Rectorado de la Universidad Complutense y se organizaron los primeros cursos de sociología que hubo en España.
Su última obra ha sido la Fundación Amela, acrónimo de Área Mediterránea-Latinoamericana, con sede en Valencia, consagrada al cruce entre las áreas mediterránea y latinoamericana entre el Norte y el Sur y entre el Este y el Oeste. Y para llevar a cabo este propósito, Amela ha concebido un programa de Progreso sostenible e integración regional en esos dos bloques que deben desarrollarse a través de diversas publicaciones tanto teóricas como pragmático-operativas, en un plan que debía desarrollarse entre 2010 y 2012.
Pero por encima de todas estas realizaciones políticas, intelectuales, académicas en su vida, Pepín Vidal era una persona de gran sensibilidad preocupada por los problemas de los demás, con una inmensa capacidad de entusiasmo y con unas convicciones democráticas y europeístas profundas que defendió siempre con talento y determinación. Y Pepín tuvo la inmensa fortuna de tener muchos años a Cecile, una mujer excepcional que estuvo a su lado en todo instante y que le ayudó con inteligencia y con dulzura a cruzar los innumerables caminos que constantemente abría y que necesitaban a alguien para conducirle y guiarle con el amor que puso en todo su recorrido. Ella sabe que sus amigos siempre tendremos presente a nuestro entrañable amigo Pepín. Su recuerdo nos seguirá alumbrando en muchos proyectos e iniciativas.
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