Iron Lady era el apodo que los soviéticos dieron a Margaret Thatcher, y como popularmente era conocida. Fue la primera persona que logró que me interesara por la política. Aún recuerdo con entusiasmo aquel pulso mantenido con los sindicalistas mineros, yo estaba en Inglaterra cuando claudicaron. Lo más importante no fue la victoria, sino el haber sentado las bases para el futuro de lo que debía ser el papel de los sindicatos, y si cabe, aún más importante fue que la oposición laborista asumió estos postulados. Lo mismo que Zapatero con Toxo y Méndez.
De verdad que siento una gran admiración por esta gran mujer. No era precisamente una feminista al estilo de Aído, que piensan que el feminismo es colocar flores entre el muérdago; para feminismo de verdad el de M. T., demostró que por primera vez una mujer podía llegar a ocupar la presidencia del Gobierno de un país occidental y, al mismo tiempo, compaginarlo con su familia. No llegó merced a cuotas que devalúan la verdadera valía de las mujeres que la tienen. Cuando en España una mujer es nombrada consejera de una comunidad autónoma o ministra, mucha gente se plantea si la elección se debe a la capacidad o a la cuota; nadie se planteó nada semejante cuando Iron Lady llegó a la presidencia del Partido Conservador en 1975.
No fue la única lección que recibimos de Margaret Thatcher, la firmeza de su posición frente al chantaje del terrorismo del IRA es todo un modelo para gobernantes futuros. M. T. tuvo que afrontar la huelga de hambre de los terroristas entre 1980 y 1981, a raíz de las mismas murieron: Sands, Hughes, Creesh, O’Hara, McDonnell, Hurson, Lynch, Doherty, McElwee y Devine. M. T. soportó estoicamente la presión de la maquinaria progre, siempre proclive a colocarse del lado de los verdugos, y a la que tanto le cuesta acercarse a las víctimas. Fue tal el desgaste que sólo la invasión de las Malvinas, en la primavera del 82, y la decidida acción de defensa de lo que era territorio británico le permitieron volver a ganar las siguientes elecciones. ¡Qué envidia! Aún me resulta sonrojante recordar las palabras de Patxi López quien azorado repetía: "Lo importante es que no se muera Iñaki", un etarra indeseable que había asesinado al menos a veinticinco personas.
Margaret Thatcher siempre huyó de soluciones keynesianas al uso. Así, en plena recesión y tras la intervención del Fondo Monetario Internacional para evitar la quiebra del Estado británico, rebajó los impuestos directos para aliviar el sufrimiento de los ciudadanos. Superada la crisis de los terroristas, y después de haber sobrevivido a un atentado del IRA, en la convención del Partido Conservador inició una política de privatizaciones que sirvió de modelo a muchos países occidentales; entre otros éste fue el espejo en que se inspiró el Gobierno de Aznar para adelgazar el grupo industrial del Estado. Durante su tercer mandato, afrontó la parte más espinosa de su programa de reformas, de tal forma que la educación y la sanidad cambiaron su fisonomía. Por primera vez se impuso un único currículo en las escuelas de todo el Reino Unido, y así ha seguido hasta hoy. Igualito que en lo que queda de España, donde el objetivo de unos y otros es justamente el contrario.
Con el premio que FAES le ha concedido a Margaret Thatcher se hace justicia con una de las grandes figuras de la política del siglo XX. Espero que como para mí lo ha sido, M. T. siga siendo modelo para muchos jóvenes que se asomen a la política.
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