En 1933 un grupo de 130 escritores soviéticos visitaron las obras del Canal del Mar Blanco, construido por presos políticos y comunes condenados a trabajos forzados. Unas 100.000 personas murieron en la obra. Pero la entonces denominada «Brigada de los Escritores» aplaudieron el proyecto con entusiasmo, como ejemplo del «humanismo revolucionario» de Stalin. El escritor Mijail Zoschenko cantó una oda a la «regeneración» de un ratero a quien vio empujar una carretilla. Varios años después, Solzhenitsin clamaría contra Zoschenko y compañía: «¡Ay, humanólogos!, ¿sabéis vosotros lo que es arrastrar una carretilla sin más alimento que una ración de castigo?»
Aquella Brigada de Escritores tenía al menos la coartada del miedo en un régimen en el que nadie se atrevía a ser el primero en dejar de aplaudir cuando Stalin acababa de pronunciar un discurso. Más incomprensible parece la crueldad de la farandulera «intelligentsia» española, que se solidariza con Willy Toledo, y al disidente cubano muerto en huelga de hambre Orlando Zapata -negro, pobre, olvidado y albañil-... que le den. Aunque tal vez se explique esa crueldad porque, como la Brigada de los Escritores, nuestros solidarios actores tampoco saben lo que es empujar la carretilla con una ración de castigo.
Lo que, por otro lado, tiene fácil solución: ¿Por qué Miguel Bosé o Willy Toledo no hacen la experiencia de vivir un par de meses en Cuba como negros albañiles? La solidaridad parte del conocimiento de la verdad. Las lisonjas de corte, el alejamiento de la realidad, en cambio, nos puede hacer muy crueles. Presupongo que nuestros solidarios actores son cinéfilos. Y para un cinéfilo no es la ideología lo que cuenta, sino lo que predican Renoir, Ford o Rosellini, progresistas o reaccionarios, como quieras, pero fanáticos de la verdad, que no dudarían en mandar a Bosé y Toledo a empujar la carretilla.
Alberto Sotillo
www.abc.es
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