Hoy es 11 de marzo, hoy se cumplen seis años de aquella tremenda matanza terrorista que todos tenemos grabada en la memoria. Hora a hora, minuto a minuto, segundo a segundo. Todos recordamos a la perfección dónde estábamos en el momento del atentado, todos sabemos cómo reaccionamos en esas circunstancias, todos nos acordamos de cómo fueron aquellos primeros minutos de angustia, de horror, de terror, de espanto, de desasosiego, de rebeldía y de rabia. Todos, seis años después, seguimos con las imágenes, con los gritos, con las carreras, con las voces y con los destrozos de lo que ha sido el peor atentado terrorista en España y de la historia de Europa.
Seis años después, quiero que estas líneas se conviertan en un homenaje a los ciento noventa y dos muertos, a los más de mil quinientos heridos y a todas sus familias. Han sido seis años largos de ausencias, de vidas destrozadas, de personas ya marcadas para siempre. El 11-M tiene que quedar como una fecha intocable en el corazón de todos los españoles. El 11-M no puede ser –¡nunca!– una jornada que cicatrice como si no tuviera mayor relevancia. El 11-M es una fecha de todos y para todos, pero muy especialmente de todas las víctimas y de todas sus familias, que recuerdan aquellas horas como las peores horas de sus vidas.
Seis años después, el mayor enemigo que tenemos es el mezquino partidismo; la utilización rastrera de una fecha que tiene que ser de recuerdo para los que se fueron y de apoyo moral para los que sobrevivieron a la mayor tragedia de la historia reciente. Es verdad que a estas alturas hay muchos interrogantes sin resolver, es cierto que siguen existiendo muchos puntos negros en aquella jornada de horror y de dolor. Pero por eso mismo, hay que estar más que nunca con las víctimas. Se tienen que sentir acompañadas. Tienen que vivir sabiendo que son parte de la vida de todos y que nunca serán olvidadas.
No podemos renunciar a saber lo que pasó. No podemos cerrar la puerta a la verdad de los hechos. Pero lo siento. Me niego a mercadear con el sufrimiento ajeno, me niego a jugar con el dolor de los demás, me niego a apropiarme del sufrimiento de los afectados. Son ellos los que tienen que hablar, son ellos los que tienen que desahogarse, son ellos los que tienen todos los derechos. Los demás podemos acompañarlos, podemos ayudarlos, podemos animarlos. Pero nunca deberemos utilizar a las víctimas del 11-M.
Estas palabras tienen como único objetivo el apoyo a las víctimas, mostrar toda la solidaridad a sabiendas de que seguramente es muy poco. Pero el protagonismo, todo el protagonismo, es de ellos. El 11-M nunca podrá ser, nunca deberá ser, de los que mediáticamente se han apropiado de un día y de unas horas que sólo pertenecen a unas pocas personas. ¡Todo con las víctimas! ¡Siempre con las víctimas! ¡Sólo de las víctimas!
Ignacio Villa
www.larazon.es
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