En la fachada exterior de la Dirección General de la Guardia Civil se podía leer «Todo por la Patria», pero en el despacho del entonces responsable del Benemérito Instituto, Luis Roldán, la palabra Patria se había mutado en «pasta». Pasta gansa, pasta flora, pasta de comisiones por obras en las Casas Cuartel y hasta del Montepío de Huérfanos del Cuerpo. El primer civil que llegó a un despacho hasta entonces ocupado por hombres de uniforme había salido rana y quería convertirse en príncipe no por el beso de una doncella, sino amasando una fortuna ilícita que sigue sin aparecer quince años después de que Roldán ingresara en la cárcel de la que ha salido libre como un pájaro, y menudo pájaro, sin que a estas alturas se sepa dónde estan los diez millones de euros –entonces la mangancia se medía en pesetas– se embolsó. Si no hubiera sido por el desaparecido «Diario 16» que levantó la liebre, Roldán hubiese llegado a ministro del Interior y quién sabe si el final del felipismo se hubiera retrasado. Pero con el hilo del «héroe» que se atribuyó el éxito de la caída de la primera cúpula etarra en la localidad francesa de Bidart –Pakito y compañía– se llegó a una madeja que dejó en evidencia los chanchullos y corruptelas que habían crecido al calor del poder casi absoluto que hasta el 93 ostentó el PSOE de González. La huida y posterior detención, o entrega, o lo que fuera aquello, en Laos con el famoso y posiblemente inexistente capitán Kan, el vivísimo difunto Paesa, y el entonces ministro del Interior y Justicia, Juan Alberto Belloch haciendo uno de los ridículos más escalofriantes de nuestra reciente historia, fue el detonante de una catarata de escándalos que desbocaron en el caso GAL y en la rapiña de los fondos reservados.Tiene su gracia que sea ahora el propio Belloch quien tenga que cobrarle en Zaragoza los impuestos municipales a Roldán que piensa vivir como un jubilado más en la capital aragonesa, según ha dicho. Claro que si tiene de verdad el dineral del que se habla lo normal es que un día, aprovechando un viaje del Inserso, tome por segunda vez las de Villadiego y sin miedo a que le «trinquen» que para eso ha cumplido su condena mientras «otros», como dijo al abandonar definitivamente la cárcel, se han ido de rositas o casi de rositas (sic). A quién se referirá Roldán. Ya sabemos que a Paesa, que publicó hace unos años su propia esquela pero el truco no coló. Pero en la mente del ex director general de la Benemérita debe haber algunos nombres más. La verdad es que de aquellas cloacas de la democracia de las que alguna vez habló el entonces presidente González no ha salido, ni saldrá, toda la «mierda» acumulada durante años. Hoy Roldán parece una simple anécdota, pero la realidad es que se trató de un inicio, el de una corrupción con la que parece que nos hemos acostumbrado a vivir en este país. Hoy se cuentan los casos por decenas, desde Baleares hasta El Ejido, y, o se cortan de raíz estas prácticas o elsistema democrático español seguirá volando con demasiado plomo en las alas.
Javier G. Ferrari
www.larazon.es
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