"A Hugo Chávez, quizás, se le puede tratar de educar con un palo", nos dijo el otro día Carlos Alberto Montaner, a quien más valdría cambiar a Voltaire por Mr. T:
––¡Qué quiere usted que haga yo! Por más que hago por su educación cuanto puede hacer un padre, no son los dos más que unos imbéciles. Hipólito, al menos, es un imbécil sosegado, en tanto que Anatolio [con hache de Hugo y che de Chávez] es un imbécil turbulento.
[Y asesino].
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(Mientras Galeano, mamporrero mayor de Fidel Felón, sigue haciendo tremenda caja con Las venas abiertas de América Latina ––no habrá mal que cien años dure pero sí, cacho en tal que sí, basura liberticida que no deja de reimprimirse así que pasen 39 años y subiendo––, el Viaje al corazón de Cuba del maestro Montaner vuelve a las librerías once años después en una edición... no venal, lo cual que lo de "vuelve a las librerías" es un decir. Es lo que tiene el capitalismo salvaje. Y esta España nuestra, que aún no sabe por qué le sacude tan duro la crisis. En la mera madre. Si al menos estuviéramos hasta los cojones de todos nosotros...).
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Hubo más en el programa del sábado, claro, pasen y escuchen y lean, la prosa victoriana del Sr. Gago:
Los manuales de literatura de Secundaria definen a Miguel Delibes como un autor adscrito al realismo social característico de la literatura de postguerra.Los libros de texto son la más eficiente fábrica de fugitivos de la lectura. El etiquetado historicista, que es lo que predomina en ellos, presenta a los novelistas, a los poetas, a los ensayistas, como engranajes de generaciones uniformadas por las mismas pautas de estilo. Leído uno ––piensa en buena lógica el escolar––, leídos todos. Se proscribe la diferencia individual, aquello que hace singular al artista. Se desprecia el esfuerzo lector por experimentar el placer del conocimiento y la innovación. Se enseña a los chicos que leer es una operación mecánica de encaje del texto en la trama histórica. No me extraña que, bajo estas coordenadas pedagógicas, Delibes se asocie automáticamente, por varias generaciones, a un tedioso realismo de campesinos, milanas, velatorios y vejestorios de una Castilla despoblada. Todas esas criaturas y ambientes existen en las novelas de Delibes, aunque sólo como los mimbres de un escritor que usó instintivamente la materia prima con la que convivía; un hombre que apenas salió de su Valladolid natal; que llevó él mismo una vida nada mundana de padre de familia numerosa, periodista en El Norte de Castilla, caminante y cazador enamorado de la naturaleza castellana. Pero lo singular de su obra es lo que expresa con estos materiales, muchos de ellos, por lo demás, presentes en variados autores, desde Cervantes para acá. Lo que distingue a Delibes es una persistente meditación sobre tres o cuatro temas: el papel de la violencia en la naturaleza y su réplica en el hombre; la infancia como fuente de evocación reparadora de las secuelas de la corrupción; la muerte como vivencia redentora, y diversas formas de una humanidad resilente que se expresa en los humillados, los inocentes y los débiles.Delibes no sigue ningún modelo, es un contador de historias instintivo que usa un lenguaje de marcada oralidad y las técnicas de la vieja escuela de narradores populares para mantener la tensión del lector en los detalles de cada personaje, que son los que llevan en sus novelas el peso del tema, y no tanto en la trama, por lo general reducida a una anécdota sencilla y dibujada con claridad desde las primeras páginas. De él dicen los libros de texto que es un autor creado por la tierra castellana. Pero es justo al revés. Como todos los clásicos, es él quien crea una naturaleza que se renueva con cada lectura. Es su voz la que acaba forjando el alma de lo real, la que hace que lo real sea realista. Como creador auténtico, le da un nombre a cada cosa. Descanse en paz.
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No man did more to preserve freedom and democracy and the values we hold dear in the West. (...) How did one man do so much, for so long, and so effectively? As a young politician, he found himself sitting at dinner next to Violet Asquith, daughter of the then chancellor of the exchequer. Responding to her question, he announced: "We are all worms. But I really think I am a glow worm". Why did he glow so ardently? Let us inquire.
En Naipaul en Qom, ferviente de islamismo tras el advenimiento del imán Jomeini (1979). Quiere ver al ayatolá Jaljali, verdugo y bocazas:
––¿Cómo le presento? ¿Como corresponsal? A Jaljali le encantan los corresponsales ––me preguntó Bihzad.––Pero no es así como quiero hablar con él. En realidad, solo deseo charlar con él. Quiero comprender cómo ha llegado a ser lo que es.––Diré que es escritor. ¿De dónde digo que es?Eso era un problema. Lo más ajustado a la verdad habría sido Inglaterra, pero podría inducir a error. Trinidad habría resultado desconcertante y también induciría a error. Suramérica era una posibilidad, pero con falsas asociaciones.––¿Puede decir que soy de las Américas? ¿Tendría sentido en persa?––Voy a decir que ha venido de América, pero que no es americano ––contestó Bizhad.
En Manuel Lucena Garrido, esta anécdota sobre Carlos III, que también velaba por sus zejateros:
Ante la crítica de un cortesano sobre la mala calidad de los retratos de su etapa napolitana exclamó: "Con tal de que estas pobres gentes [los artistas] ganen su vida, nada me importa que sean tan malos e indecentes como decís".
Mario Noya
http://blogs.libertaddigital.com/ld-libros
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