Dos grandes intelectuales del comunismo español han sido los protagonistas políticos de los últimos días. La cultura y el buen gusto paseando de la mano, como en la balada de Françoise Hardy. De siempre he admirado la capacidad del comunista comprometido para almacenar sabiduría en su cerebro. Son formidables. La inteligencia, patrimonio de la Izquierda. El sabio diputado Joan Herrera, de «Iniciativa per Catalunya-Verds» (ICV), ha preguntado al Gobierno si tiene previsto cambiar el nombre de la base «Alfonso XIII» de Melilla, en cumplimiento de la Ley de Memoria Histórica, teniendo en cuenta que supone una «exaltación franquista». Admirable la agudeza histórica de Joan Herrera, el eximio patricio. No obstante, aquí se ha equivocado un poquitín, y el Gobierno no ha tenido otro remedio que proporcionarle un disgusto. La figura de Alfonso XIII y su reinado son anteriores al franquismo, y no hay vuelta de hoja. Para mí, que Joan Herrera, con tantos datos y cifras en su privilegiada mente, ha sufrido un lapsus de desmayo histórico. Que nadie dude de su cultura. El alumno de un colegio de Murcia se equivocó con más contundencia que el intelectual catalán. –¿Quién descubrió América?–, le preguntó el profesor. –La Mahoma–, respondió el alumno. Históricamente, hay que reconocerlo en beneficio del sabio de ICV, más burro que Herrera. Siga así y no se desmoralice el joven diputado.
Cayo Lara, el subvencionado mansito al frente de Izquierda Unida, no ha tenido una semana feliz. Me dicen que es avispado y gracioso, pero en esta ocasión no ha estado afortunado. Es uno de los grandes problemas que presenta el alto humor comunista, que sólo lo entienden los cultos. Joan Herrera habrá sonreído con el alcance del chiste de Cayo Lara, pero a mí no me ha hecho gracia. Tengo un sentido del humor antiguo. Me pongo en su situación y puedo comprender su infortunio humorístico. Un dirigente obrero que no puede protestar con más de cuatro millones de parados porque, de hacerlo, le cierran el grifo, no está obligado al acierto chistoso. Se ha reído de Guillermo Fariñas, que bordea la muerte voluntaria por su huelga de hambre en Cuba. Marcelino Camacho, que sufrió la dureza de una dictadura, jamás se habría cachondeado de un hombre que ofrece su vida por la libertad de su pueblo. No quiero decir que lo hubiera defendido, que eso no, pero habría callado. Cayo Lara, el subvencionado, tan mudo en lo político, se ha ido de la húmeda en este caso. Dice Cayo que Fariñas ya estaba flaco antes de iniciar su huelga de hambre. A estos comunistas no les gusta la figura de un hombre que muere por la libertad ajena cuando el que pisotea la libertad es un régimen comunista. Son así. Cultos y tolerantes. Y muy humanos. La prueba de su tolerancia la tenemos en su modélica gestión política, con cuatro millones y medio de parados agradecidos por su silencio. Pero no ha tenido buen gusto. Estos valientes, Cayo Lara, saben morir. No tienen a Saramago para presidir un jurado que concede 40.000 euros a Aminatu Haidar para que se convierta en la Hebe de Bonafini saharaui. A propósito; la señora Haidar, desde que es famosa, se ha olvidado de su desierto y se mueve más que el trasero de Rafaela Carrá, en sus mejores tiempos. Eso, la fama, el dinero, las conferencias, los viajes, los hoteles y los premios. Fariñas agoniza lejos de todo eso, y no está bien que usted se ría de un héroe. A no ser –lo comprendería– que le hayan aumentado la subvención por hacerlo. En ese caso, me callo Cayo, que es un divertido juego de palabras.
Alfonso Ussía
www.larazon.es
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