Miguel Delibes ha sido uno de los escritores más auténticos, uno de los novelistas más exactos, uno de los intelectuales más admirables de la Historia de España. En Miguel Delibes se daba la fuerza de su escritura, la magnífica descripción del paisaje, la hondura y reciedumbre de sus personajes y las pasiones humanas analizadas con un bisturí de realismo y ternura, de amarga soledad y de profundo amor por los pequeños detalles. Y todo ello con una clara conciencia moral, basada en un sentido ético de la vida.
Si como escritor Miguel Delibes es un ejemplo del alma de Castilla, con sus giros lingüísticos, con la exaltación del paisaje, con los problemas del hombre de las pequeñas ciudades; si todo eso y mucho más es el Miguel Delibes novelista, está el otro Miguel, el hombre íntegro, recto, indomable, con la fortaleza de sus creencias, con la libertad como bandera y sin claudicaciones, cuajado de liberalidad y de respeto, con una ética clara a la que él llenó con su comportamiento diario a lo largo de los años de una estética de la castellanía profunda y seria.
Supo lidiar con maestría y serenidad los embates de la censura totalitaria, se rodeó de periodistas de toda idea y condición para hacer en su periódico, «El Norte de Castilla», un vivero del pensamiento crítico y liberal. Junto a él batallaban desde José Jiménez Lozano a César Alonso de los Ríos, desde José Luis Martín Descalzo a Paco Umbral, desde Javier Pérez Pellón a Manu Leguineche. Todo un plantel de primeras figuras. Y, como compensación a las luchas y pulsos del Periodismo, la soledad de los campos de Castilla, la caza, el cigarrillo liado al amanecer, la tórtola, la perdiz, el alto vuelo. Y la familia y los libros... Amaba las vidas humildes y gustaba de los dramas de la vida rural. Por eso tenía un público fiel y fervoroso, porque como el propio Delibes dijo en alguna ocasión «mi novela, en general, es novela de perdedores, de seres humillados y ofendidos». De ahí que no le importara nadar contra corriente. Con su inquietud ética, en el silencio de la ciudad de provincia, con el sosiego y la paz de los campos, sin ambiciones ni zalamerías, podía expresar y decir lo que le diera la gana, porque sabía que con esa inquietud buscaba de alguna manera una sociedad mejor. Colaborador de ABC durante años, aquí publicó en 1986 una Tercera sobre el aborto libre y el progresismo. Volvería a ser reproducida en la Tercera, cosa extraordinaria, en septiembre de 1992. Fue un aldabonazo. Lo sigue siendo. Miguel Delibes, desde su retiro provinciano, podía decir lo que le diera la gana por muy políticamente incorrecto que fuera. El tenía la fuerza de su libertad. Porque sabía, y lo dijo muchas veces, que entre el hombre que vive y el escritor que escribe no debe abrirse un abismo.
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