La muerte o el asesinato de Orlando Zapata ha traído como consecuencia un cambio en la actitud de parte de la izquierda mediática ante el totalitarismo de los hermanos Castro. Un manifiesto a favor de la liberación de los presos políticos ha conseguido el apoyo de personas que hasta ahora respaldaban tácita o explícitamente a la dictadura. Se ha dicho que esta nueva posición no debe llevar a una competencia para ver quién condena más y más fuerte las dictaduras, sino que debe ser entendida como una cuestión política que lleva a un debate acerca de la mejor manera de combatir la tiranía en Cuba. Puede ser, aunque quedará en el registro de la memoria histórica, el hecho de que se han necesitado más de cincuenta años y muchos muertos, torturados y exiliados para que se condene la dictadura comunista de los Castro. Además, la condena del comunismo cubano entraña de por sí una posición moral. Quienes han descubierto ahora el horror de la isla, ¿van a seguir considerando que se debe aplicar cordones sanitarios en España a los que desde el principio criticaron abiertamente la dictadura? Estos mismos que acaban de darse cuenta de las atrocidades que se están cometiendo en Cuba, ¿siguen gozando de esa hiperlegitimidad moral que les permite condenar con toda tranquilidad a cualquiera que no piensa como ellos? ¿Se reconciliarán estas personas con la obligada pluralidad de la sociedad española? ¿Se empezarán a dar cuenta que ni la derecha ni la izquierda tienen ganadas por ellas mismas ninguna superioridad ética? ¿Empezarán a salir del primitivismo «guerracivilista» que tan rentable les ha resultado? ¿Habremos entrado en una etapa de deshielo del sectarismo «carpetovetónico»? Veremos.
José María Marco
www.larazon.es
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