Treinta mujeres, vestidas de blanco, han constituido el primer gran y organizado desafío al régimen castrista, desde el interior. Apaleadas, en sus primeras protestas, el Gobierno consintió la cuarta marcha, coincidiendo con el séptimo aniversario de la «Primavera Negra», que detuvo a 75 disidentes, entre ellos 29 periodistas, de los cuales aún quedan 53 presos en las cárceles con un promedio de 20 años de condena. Prisioneros políticos, de conciencia. Cuba, imitando a su modelo revolucionario soviético, es hoy, un siglo después del invento, una gran checa, una enorme organización de policía secreta para «delatar, suprimir y liquidar todo acto contrarrevolucionario o desviacionista» de la línea oficial que marca la dictadura. A este régimen se han enfrentado treinta damas, «gusanos» contrarrevolucionarios según los castristas. Vestidas de blanco, inmaculadas, imitando el luto riguroso de las reinas europeas medievales.
Si ellas no desisten, y ya han dicho que no lo harán, el régimen cubano entrará en la senda de la agonía. La gerontocracia que gobierna ha tenido que abrir internet a todos los ciudadanos y no ha podido evitar que la imagen televisada de estas mujeres cantando libertad y portando flores haya dado la vuelta al mundo. Su portavoz protestando con el brazo en cabestrillo, roto por la policía.
También tocadas con pañuelos blancos, las madres de la plaza de Mayo argentinas sacaban de sus casillas al régimen militar con cada caminata de los jueves, reclamando la aparición de sus familiares desaparecidos. «Cuando vean que somos muchas, Videla tendrá que recibirnos», se dijeron. Y el régimen cayó, y ellas sobrevivieron. Antes ya lo había escrito Napoleón: «Las batallas contra las mujeres son las únicas que se ganan huyendo». Estaba escrito en la historia. En la revolución francesa, las mujeres de los barrios más pobres dirigieron la agitación en las calles y en octubre de 1789 se dirigieron al Palacio Real buscando armas. Más tarde, en la revolución mejicana, las soldaderas lucharon junto a los hombres, cuando aún no tenían derechos civiles. En la bolchevique, en el Día de la Mujer, las obreras textiles de San Petersburgo convocaron una huelga bajo el lema «Pan y paz, abajo la autocracia», a la que se sumaron obreros, estudiantes y comerciantes pobres. La policía secreta del zar ya lo había advertido: las mujeres podían ser «la chispa que encendería la llama», como así fue.
Esta semana, ante la evidencia mundial de que un puñado de mujeres en Cuba se han alzado con la resistencia interior organizada, el régimen se ha defendido como gato panza arriba poniendo el ventilador de las infamias con un comunicado divulgado por el propio Gobierno y firmado por quienes se hacen llamar «intelectuales» afines. Patética respuesta. Por eso es de agradecer que en España algo se haya movido en los últimos días en las filas de la izquierda. Frente a la irritante pasividad de nuestro Gobierno en sus relaciones con los Castro, cientos de escritores, cineastas y artistas de izquierdas han firmado el manifiesto «Yo acuso al Gobierno cubano». Todo un paso al frente. Sólo echo de menos una cosa: la adhesión de las feministas zapateriles oficiales a las madres y mujeres cubanas. A las Damas de Blanco. Qué bonito nombre. Para mejor causa.
Gloria Lomana
www.larazon.es
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