Tópico manido es que la política hace extraños compañeros de cama. No menos cierto es el de los extraños cadáveres que deja. Jóvenes e incluso bonitos, como los quiere el rocanrol, pero con la particularidad de que mantienen las constantes vitales e intelectuales. Un peculiar perfil que se agrava cuando media una transición política como la vivida por España hace tres décadas y cuyo retrato, desde una óptica indisimuladamente partidista, traza José María Velo de Antelo. |
No debe ser labor del reseñista discutir en el mismo plano con el reseñado, pero baste decir que el juicio que uno hace de las figuras de Adolfo Suárez y Blas Piñar es diametralmente opuesto al del autor. Sin que ello signifique que me adhiero al hagiografismo que acompaña desde hace años al ex presidente hoy enfermo, tan distinto de la ferocidad con que fue tratado en vida (política). Aclarada la distancia, debo reconocer a partes iguales interés y virtudes en estas páginas: interés, por cuanto, pese al acierto comercial del envoltorio, estamos más ante unas memorias políticas desde la trinchera del franquismo agonizante que ante un estudio pormenorizado del origen del actual partido de la oposición; y virtudes como la claridad y la concisión del autor.
El relato que Velo de Antelo hace del tardofranquismo desde las entrañas del mismo nos permite asomarnos al negativo de una crónica certeramente narrada por periodistas como Luis Herrero o Victoria Prego. Un negativo en que sólo se encuentra turbiedad de intereses personales donde otros ven apertura, muy especialmente en lo relacionado con Suárez y Torcuato Fernández Miranda, considerado arquitecto del paso a la democracia. Su celebérrimo "De la ley a la ley", con el que se consiguió dinamitar por dentro el Régimen, queda aquí como máximo exponente de una traición: la traición que Fernández Miranda y otros como Ruiz Jiménez, Alfonso Osorio o el cardenal Tarancón habrían perpetrado contra la España que les hizo gentes de importancia. La traición que desembocó en la Transición, a su juicio ruptura abrupta con el franquismo: lo que siempre anheló, y aún hoy anhela, buena parte de la izquierda. Así, no sorprende el fuerte reparo de Antelo a la legalización del PCE el Jueves Santo de 1977, en víspera de las primeras elecciones democráticas; tampoco que, en el relato de la violencia de la época, junto a la brutal actividad de la ETA de aquellos años, cuando los crímenes terroristas se contaban por decenas, se omita la matanza de los abogados de Atocha.
Con esa tesis, la de la traición y la ruptura, intenta Antelo explicar algunos males del presente, como la tensión y la amenaza a la unidad nacional introducida por el nacionalismo separatista. Apunta a la imperfecta ley electoral y a las vías que ofrece la Constitución para su voladura, sin establecer con la nitidez necesaria que estamos ante desarrollos políticos inmediatamente posteriores a la Transición; siempre, claro, que fijemos el fin de este periodo en las elecciones del 15 de junio de 1977. No es el juicio del autor, que considera la legislatura constituyente una excepción, y señala con amargura cómo el PSOE, segunda fuerza política del país, influyó muy decisivamente en el redactado final de la Carta Magna.
Sobre el hoy viejo y entonces novísimo PSOE de Felipe González, sorprende lo suave que se le trata, en estas páginas que no ahorran críticas a Zapatero. Un trato que incluye la vista gorda ante el chalaneo de aquellos jóvenes socialistas –a los que el franquismo, como también se dice aquí, dejó hacer– con el sector del Ejército menos leal al pacto constitucional, muy en particular con el general Alfonso Armada.
Mucho más severa se muestra la memoria de Velo de Antelo con Manuel Fraga Iribarne. El autor relata la formación de Unión Nacional Española, uno de los grupos creados al amparo de la apertura asociacionista del Régimen, con personajes tan relevantes como el intelectual orgánico Gonzalo Fernández de la Mora, junto al que trabajó en Obras Públicas. Destaca la ausencia de Fraga en aquellos primeros instantes, cuando el que había sido ministro de Información y Turismo gozaba del confortable destierro de la embajada en Londres, tras el escándalo Matesa. Después, y sólo cuando se vieron frustradas sus aspiraciones presidenciales, al decantarse el Rey por Suárez –una de las decisiones que más conmocionó a los nostálgicos–, el de Villaba optará por el liderazgo político como nueva vía de supervivencia en su gran y seguramente única pasión, la vida pública. A partir de ahí, se traza el relato de un líder preocupado por soltar el lastre del pasado franquista, como dictaban los nuevos tiempos: hasta llegó a presentar a Santiago Carillo en el club Siglo XXI.
Es en este punto donde el análisis histórico de Antelo se enfrenta a problemas mayores; pues si bien es cierta la fallida aventura presidencial de Fraga, no lo es menos que, andado el tiempo, y con la imprescindible remodelación emprendida por José María Aznar en los noventa, aquella formación que apenas logró superar la decena de diputados en las primeras elecciones se convertiría en la fuerza hegemónica del centroderecha español. Lo es y lo va a seguir siendo, pese a los intentos de arrebatarle electorado por parte del antiliberalismo más montaraz, como el de esa Alternativa Española de la que el autor da cumplida cuenta en las páginas finales; una formación que no ha logrado superar el residualismo –véanse sus resultados en las últimas elecciones europeas– pese a disfrutar de cierta presencia mediática en los últimos tiempos.
Cuidada y elegante es la presentación de la obra, con un selecto apartado gráfico que constituye una interesante memoria del tiempo relatado. Valga como botón de muestra la foto en que se ve al directivo de Prisa Rodolfo Martín Villa y al ínclito Samaranch brazos en alto. En una segunda edición, Galland tendrá que corregir un error del tiempo más reciente: no fue durante la investidura de Carillo como doctor honoris causa de la Autónoma cuando se retiró la estatua de Franco de la Castellana, sino en un homenaje sorpresa que ese mismo año se rindió al viejo líder comunista, con granada concurrencia: asistieron el presidente del Gobierno, el Nobel Saramago, el entonces lehendakari Ibarreche y Gregorio Peces Barba, quien tuvo a bien señalar la ausencia de "los malos", que eran, claro, los del Partido Popular.
Diplomático, político, dramaturgo ocasional y joven directivo del Real Madrid en el final de la era Bernabeu, Santiago Velo de Antelo es un hombre de la vida pública que, con una inusitada sinceridad que la primera de sus credenciales parecería negarle, aborda en poco menos de trescientas páginas los pormenores de un tiempo decisivo para España.
JOSÉ MARÍA VELO DE ANTELO: DE AYER A HOY. LOS ORÍGENES DEL PARTIDO POPULAR. Galland Books (Madrid), 2010, 293 páginas.
Mariano Alonso
http://libros.libertaddigital.com
Nenhum comentário:
Postar um comentário