Quiere el Papa Benedicto XVI inaugurar esta tarde solemnemente en Roma el «Año Paulino», con motivo del segundo milenio del nacimiento del Apóstol San Pablo, maestro de los gentiles y junto, con San Pedro, príncipe de los Apóstoles. Todos creemos que va a ser un año de Gracia, pues podremos redescubrir la figura de aquél que probablemente mejor entendió la figura y la obra de Jesucristo, único Salvador del mundo.
Será un año en el que podremos releer y profundizar sus escritos, inspirados por el Espíritu Santo, a la vez que llegará a nuestro corazón el aroma de la primera hora de la Iglesia, cuando ésta trataba de abrirse paso en un mundo no más pagano que el nuestro. Será también una ocasión irrepetible para revitalizar nuestra fe, a través de su rica espiritualidad, pues las cartas de San Pablo transmiten la experiencia personal de alguien que tuvo un encuentro tan importante con Cristo, que transformó definitivamente su vida y con ello la vida de millones de personas que a través de los siglos han escuchado y aplicado en su vida las enseñanzas de este fariseo perseguidor de los cristianos que se transformó, por obra de la Gracia, en el primer heraldo de Jesucristo ante las naciones.
Todos tenemos mucho que aprender de este santo, considerado columna de la Iglesia, pues él no convivió personalmente con Cristo, como los demás Apóstoles, pero le encontró camino de Damasco y ya nunca le dejó. Su experiencia del misterio del Verbo encarnado fue tan real como puede ser la nuestra si estamos abiertos a la Gracia, que Él otorga gratuitamente a aquellos que le buscan con sincero corazón.
Será, por último, una ocasión excepcional para rezar y trabajar por la tan deseada unidad de los cristianos. Por eso la figura de este Apóstol es de una gran actualidad, pues nuestro mundo sigue sediento de testigos y maestros que entreguen limpio el verdadero rostro de Dios.
Jesús Higueras
www.abc.es
sábado, 28 de junho de 2008
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