Después de pensar en el recorrido de Miguel Ángel Moratinos, algunos coincidimos transversalmente -no está prohibido a la derecha ver aciertos en la izquierda- en la tenacidad del carácter y en la capacidad de persistencia. Sobre todo, esas características le han convertido en un buen ministro: ante Israel, ante Bruselas, ante las conflictivas repúblicas del norte de Suramérica. Un tipo decidido cada mañana a mantener la línea, resolver problemas, cerrar vías de agua. Lo escribimos en este periódico liberal, en el sentido que Cervantes daba a sus personajes liberales. ¿Recuerdan el escándalo montado por Hugo Chávez en Santiago de Chile, cuando insultó a un antiguo primer ministro español? Moratinos ha taponado al fin el boquete abierto entonces.
Hugo Chávez, elegido más o menos democráticamente en 1999, 2004 y 2007, tres elecciones validadas por organismos internacionales, perdió el referéndum de diciembre 2007. Por estrecho margen, 2,11 por ciento. De inmediato dirigió un delicado mensaje a la oposición: «Sepan administrar su victoria, porque ya la están llenando de mierda». Aun así, Chávez ha demostrado un cierto respeto al voto popular.
Venezuela es hoy el décimo productor mundial de petróleo. Vendió 49.000 millones de euros de crudo en 2007, a pesar de lo cual el crecimiento de Venezuela decae. La formación bruta de capital retrocede también, desde enero. La inversión exterior directa se reduce a la mitad, 2007 frente a 2006. La ocupación de tierras ante la pasividad del poder ha alarmado a quienes creían en los catastros. Las cuentas de PDVSA, monopolio petrolero estatal, no son opacas sino impenetrables. Chávez decide sobre más de una décima parte de los 49.000 millones.
España, quinta potencia de la UE, ha cobrado un relieve notable en Suramérica. Los errores de Venezuela y España llegaron a ser verdaderamente inexplicables el año pasado. Moratinos hubo de entrar en acción este mismo mes. La sangre perdida por instituciones y empresas españolas amenazaba con el colapso. Se puede tener, o no, simpatía por un ministro: pero cuando se trata, como en el caso de MAM, de una apisonadora, conviene reconocer la capacidad de apisonar. La determinación para llevar adelante un plan, suyo o de Rodríguez Zapatero, erre que erre, con terquedad prusiana, no es virtud menor. La relación España-Venezuela, suspendida de un hilo, reclamaba una intervención in extremis. Los daños no sólo herían a Repsol, Acciona, Telefónica, BBVA, sino a 400 pequeñas empresas...
Que Moratinos esté más cerca del sistema -checks and balances- de Estados Unidos, es decir, más lejos del régimen de Chávez, es seguro. Aunque celebre, como nosotros, que los años de oscurantismo de la Casa Blanca toquen a su fin (no es dato anecdótico, aunque sea ajeno a estas notas). Por el momento, Chávez no ha oprimido a nadie, escribía la historiadora Isabel Huiri. Aunque esto sea dudoso, reconsideremos el mapa.
El centro estabilizador de Suramérica, Brasil, ha logrado grandes avances en estos meses. La nueva calificación financiera de Standard & Poors da a Brasil nuevas armas contra la inflación. «La gran amenaza para nosotros es la inflación», insiste el presidente del Banco Central, Henrique Meirelles: «Los precios de los alimentos y las primeras materias siguen subiendo. Hemos de hacer frente unidos a la amenaza: por separado fracasaremos». La inflación brasileña, de 5,6 puntos, es menor que la venezolana, de 30 puntos. Desde 2002, un 18 por ciento de brasileños bajo el límite de pobreza han salido de él.
De diciembre acá, Chávez ha dado dos pasos verificables. Ha encajado su derrota, por un 2,11 por ciento, en el referéndum último. Y ha pedido a las FARC colombianas, el 13 de junio, su definitiva disolución (6.772 secuestros, incluido el de Ingrid Betancourt, enferma de hepatitis B). Es probable que el trabajo de Moratinos, representante oficioso de la UE, no haya sido ajeno al llamamiento de Chávez contra las FARC. Tampoco lo han sido las visitas del ministro español a seis grupos de oposición (gesto que ha provocado grandes quejas del entorno de Chávez, no suficientes para anular el viaje). La política exterior de una democracia no es una bala de cañón ni un brulote, disparado una vez y otra contra el gobierno. Hay que seguir, con lealtad institucional, ese largo hilo conductor, pactado durante años. Los terrenos de enfrentamiento son otros.
Darío Valcárcel
www.abc.es
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