El caso de Bibiana Aído es un buen ejemplo de la profecía que se autocumple. La profecía feminista de que habrá igualdad el día en el que el mismo número de mujeres incapaces que de hombres ocupe el poder. Bien es verdad que las feministas no pensaban precisamente en ellas mismas cuando abogaban por un futuro de igualdad de género en la incapacidad. Pensaban en la mujer en abstracto, no en la realización de su profecía en una líder feminista, en una de ellas. O sea, en Aído, que había venido a este mundo de la política para arreglar el futuro, para reivindicar y para protestar y no para demostrar que una mujer feminista puede ser tan incapaz como un hombre no feminista. Y, no obstante, ministra.
De todas las muestras de inconsistencia ofrecidas por Aído esta semana, hay una, la más escandalosa, que se ha pasado por alto. Y es que la ministra ni siquiera se había leído previamente su discurso del Congreso. Cuando llegó a aquello de «miembros y miembras», tuvo la imprudencia de mostrar su sorpresa y la caradura de reírse de su propio texto.
Después, la desfachatez de alegar un lapsus, sin aclarar que el lapsus consistía en haberse presentado a su primera comparecencia sin conocer ni lo que iba a leer. Luego, la ignorancia de recurrir a la delirante excusa de las costumbres latinoamericanas sobre las miembras. Y aún más, la provocación de sugerir que su lapsus, producto de un viaje latinoamericano, fuera incorporado al diccionario.
Respecto al teléfono para canalizar la agresividad de los maltratadores y los intentos de matización del día siguiente, parece más de lo mismo. De que no se había molestado en conocer con antelación los despropósitos preparados por sus asesoras. Le costó lo mismo leerlos en el Congreso que corregirlos al día siguiente. Al fin y al cabo, no eran ideas suyas. Pronostiqué tras su comparecencia que la suya sería la carrera más breve de este Gobierno. Claro que eso es suponer que el poderoso feminismo introducido en el poder esté dispuesto a permitir que su exitosa profecía sobre la incapacidad se vaya al garete. Y no parece el caso.
Edurne Uriarte
Catedrática de Ciencia Política en la Universidad del País Vasco
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