quarta-feira, 25 de junho de 2008

«El Coloso» ante su veredicto final



Tanta tinta para hablar de tan poca cantidad de óleo... Nunca unos trazos tan tenues dieron tanto que hablar, ni hay pinceladas tan breves que hayan forzado más largos debates entre expertos.

Pero hablamos de uno de los grandes cuadros de nuestra historia: «El Coloso», el gigante aquél en el que muchos han visto la alegoría de la guerra de la Independencia y del sufrimiento del pueblo español, hasta hace poco atribuido a Goya sin tacha. Pero ayer ABC adelantó que el jefe de Conservación del siglo XIX en el Prado, José Luis Díez, ha enunciado una nueva y sugerente hipótesis, la de que el cuadro es de Asensio Juliá, estrecho colaborador de Goya.


Silencio y descatalogación

Hoy el Prado guarda silencio y nos remite a una inminente presentación pública de la teoría. A pesar de que aún no se ha terminado el estudio que corrobore la nueva atribución, en el museo están tan seguros que ya se habla de la segura descatalogación del cuadro.
Todo ocurrió anteanoche, tras una maratoniana jornada de expertos goyescos en la que, según prometieron oficialmente, nada se iba a tratar sobre este lienzo. Pero la realidad fue que la autoría de «El Coloso» se convirtió en tema monográfico de la sesión vespertina. ¿Por qué tanto secreto? ¿Por qué tanto misterio?, —se preguntan muchos—. ¿Por qué no publicar el estudio y después hacer público el resultado? Los expertos de todo el mundo, invitados al evento, ni siquiera conocían el orden del día de la reunión.

Pero así es la vida de «El Coloso» desde 1993. Desde aquel año el gigante tiene algo más baja la guardia, como un púgil cansado que recibe golpes desde las sombras. Al menos desde que la sombra de la duda sobre su autoría le envió el primer crochet. En 1993, Manuela Mena y Juliet Wilson-Bareau asombraron a todos con su teoría de que en realidad no era de Goya, justo cuando ambas colaboraban en la preparación de «Goya. El capricho y la invención». Unidas desde entonces en el empeño, lo cierto es que aún no han publicado un estudio concreto que dé cuerpo a su intuición, sino que han ido sembrando su escepticismo reiteradamente. Este punto les ha valido las críticas de otros grandes conocedores de Goya.

Pero, ¿por qué apoya su tessis el Prado, la Casa de Goya? Sin duda, tanto Díez como Mena son especialistas del museo. Además, el cuadro ha vivido tiempos movidos. En los años 90 empezó a ser restaurado en el Taller, pero presentó problemas que los expertos no asocian con otras obras de Goya, lo cual vino a apoyar y ahondar las sospechas.

Las dudas querían hacerse gigantes, más gigantes que el propio Coloso para Mena/ Wilson, en 2000. Entonces se estudió a fondo: Carmen Garrido, la responsable del Gabinete Técnico realizó radiografías, estratigrafías, análisis de materiales, preparación, soporte y pigmentos: lo fotografió de todos los modos que la ciencia conoce para desentrañar los secretos de una obra de arte. Pero «El Coloso» se convirtió en la Esfinge. Según el Gabinete Técnico del Prado, nada se halló que diera la razón absoluta a unos o a los otros. Nada definitivo bajo la piel del gigante, ni un tatuaje que aclarase, como en tiempos clásicos, «Goya me fecit». Pero, en realidad, se hallaron muchas, muchas cosas.

Por ejemplo, un pentimento, una corrección que se veía con rayos x bajo la capa pictórica. El gigante estuvo pintado en el centro y miraba de frente al pueblo que huye. El pintor —genial, quienquiera que fuese— corrigi y lo giró para lograr la composición centrífuga, tan querida por Glendinning. El profesor de la Universidad de Londres siempre pensó que la audacia del tema y de la composición remitían al genio sordo de Fuendetodos. Ahora espera, cauteloso el estudio del museo, pero opina que Asensio Juliá no alardea de tanta imaginación en el resto de sus obras, y recuerda las dimensiones de «El Coloso», exactamente las mismas de otra pintura perdida de Goya, una alegoría además, que se perdió tras una venta en Londres en 1853.

Así las cosas, los expertos debaten frente al cuadro si son gigantes o molinos las pistas que conducen a Goya o a Juliá. En la reunión del lunes pasado se habló del uso de la espátula en las nubes y otros aspectos técnicos que sustentan las dudas. Y de la aguatinta presente en la muestra actual de Goya en el Prado, que emparentan con el cuadro.


Aparece la caparrosa

Precisamente durante la organización de «Goya en tiempos de guerra» se sometió a una revisión meticulosa la documentación y los análisis realizados por Carmen Garrido a «El Coloso» en 2000.
Y busca, buscando, se realizó algún análisis nuevo, en el que apareció otra sustancia —los rumores hablaban de un pigmento incompatible con Goya—, que a la postre fue la caparrosa, un secativo empleado desde la Edad Media, inservible para la datación.

Por último, hace tres meses, se hizo una ampliación digital de la esquina inferior izquierda, con la que José Luis Díez puso en pie su sugerente hipótesis, comparando los signos con otra firma de Juliá. Al parecer coinciden y ello da alas a la nueva teoría, la que adelantó ABC, la que el Prado presentará mañana a la Prensa, la que sin duda protagonizará el curso de verano que la Complutense dedicará en El Escorial al pintor la próxima semana. Pero muchos echan en falta aún el ansiado artículo —prometido por Zugaza, en el boletín del Prado— cuya publicación aún no tiene fecha. La ciencia avanza con el debate y la publicación de trabajos a disposición de un mundo en red. El gigante, mientras tanto, sigue batiéndose con los puños contra las sombras.

Jesus García Calero, Madrid
http://www.abc.es/

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