Artículo de Carlos Alberto Montaner
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Antonio José Chinchetru ha escrito un libro notable sobre la realidad cubana: Bajo el signo de Fidel. Miradas sobre La Habana. Aunque el título tiene algo de astrología (ese astro maligno que le ha torcido el destino a millones de cubanos), se trata de una colección de buenas crónicas periodísticas sobre la vida cotidiana en la capital de Cuba al casi medio siglo de haberse instaurado la dictadura comunista.
Antonio José Chinchetru ha escrito un libro notable sobre la realidad cubana: Bajo el signo de Fidel. Miradas sobre La Habana. Aunque el título tiene algo de astrología (ese astro maligno que le ha torcido el destino a millones de cubanos), se trata de una colección de buenas crónicas periodísticas sobre la vida cotidiana en la capital de Cuba al casi medio siglo de haberse instaurado la dictadura comunista.
Bajo el signo de Fidel lleva un excelente prólogo del ensayista e historiador José María Marco; de allí tomo el siguiente párrafo: "Chinchetru tendrá sin duda su Habana particular y soñada, hecha, como la de todos, de lecturas, de imágenes y de música. Pero en 2007 visitó la ciudad en un viaje de ayuda a los perseguidos del régimen, y volvió, como es natural, abrumado por lo que había presenciado".
Así fue. Mientras leía a Chinchetru sentí una especie de déjà vu. Me recordó al primer libro de crónicas sociopolíticas que leí en mi vida, cuando me asomaba a la adolescencia: La piel, del talentoso aventurero italianio Curzio Malaparte, un bestseller a mediados del siglo XX. Es verdad que Malaparte describe la Italia que recobra la libertad en medio de la sordidez, mientras Chinchetru entra en el fondo de una sociedad totalitaria que aún no ha conseguido sacudirse el yugo, pero ambos libros colocan el dedo dentro de la misma llaga: la profunda podredumbre moral que se instala en las sociedades devastadas por la miseria y aterrorizadas por el ejercicio sin límite de la autoridad.
La percepción que se tiene tras la lectura del libro de Chinchetru es ésa: una buena parte de la sociedad cubana se ha prostituido de una forma abyecta para poder sobrevivir. Ha aprendido a mentir. Finge afectos que no tiene. Aplaude posturas que no comparte. Se alquila al extranjero por dinero. Adula para sacar algún beneficio. El Gobierno la ha obligado a simularlo todo: el amor por una revolución que la maltrata y mantiene en la miseria; el odio a naciones a las que secretamente admira; la aprobación a una visión ideológica disparatada; la simpatía por una clase dirigente que la ha llevado al desastre material y a la total falta de esperanza.
Lo terrible es que el Gobierno ha tenido un magnífico aliado para lograr esa transformación espiritual de los cubanos: la misma familia a la que ha pulverizado. El padre y la madre enseñan a sus hijos a que mientan para que evadan los rigores de la dictadura. Para poder estudiar buenas carreras y tener buenos trabajos hay que aplaudir siempre, con las dos manos, con la sonrisa, con la palabra. Para aliviar la miseria todo vale, incluido alquilar el cuerpo. El mensaje que se transmite una y otra vez sotto voce es muy claro: no te metas en problemas, coopera, no resistas la opresión, no te rebeles. Sencillamente, baja la cabeza, asiente, acéptalo todo: sobrevive a cualquier precio.
Afortunadamente, no todos los cubanos son así. Bajo el signo... termina con una nota esperanzadora: Chinchetru describe sus contactos con algunos de los demócratas de la oposición que están dispuestos a dar la cara y a revelar sus sentimientos y creencias. Esos valientes disidentes, un pequeñísimo grupo de cubanos, son los únicos seres en esa Isla atormentada que están dispuestos a jugárselo todo por el derecho que tienen a decir lo que creen y, como quería Martí, "a pensar y hablar sin hipocresía".
Ésa, por cierto, es una de las virtudes de este libro: no hay una sola línea escrita para agradar a nadie. Es una obra políticamente incorrecta, que no intenta ser simpática con los cubanos, ni con los españoles que van a la Isla a comprar carne oscura y joven, a veces demasiado joven, a precio de saldo. No hay el menor rasgo de obsecuencia. Lo único que se propone es contar con franqueza, con horrorizada franqueza, la Cuba que vio. Eso, todos tenemos que agradecérselo. Cuando pase esta larga pesadilla, el libro de Chinchetru servirá para recordarnos cómo fue el miserable mundillo construido por la policía política de los hermanos Castro en su hora final. Se leerá en medio de la mayor consternación, como yo leí La piel cuando era un muchacho, entonces ingenuamente confiado en que ese terrible panorama de degradación nunca ocurriría en Cuba. Me equivoqué.
ANTONIO JOSÉ CHINCHETRU: BAJO EL SIGNO DE FIDEL. MIRADAS SOBRE LA HABANA. Episteme (Barcelona), 2008, 114 páginas. Prólogo de JOSÉ MARÍA MARCO.
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