segunda-feira, 2 de junho de 2008

¿Dónde está la libertad prometida?

Por fin conseguimos llegar a la meta tan deseada. Se llamaba Libertad. Era gratificante sabernos dueños de nosotros mismos, sin censuras agobiantes ni imposiciones dictatoriales.

Parecía que los grilletes ya no podían agobiarnos y nuestras vidas iban a ser respetadas. Se acabaron las esposas en las muñecas, los sellos apocalípticos en las manos y en las frentes y se nos dijo que la igualdad entre los españoles prometida por los políticos de turno, iba a ser siempre respetuosa, justa y firme.

Pero todo quedó en agua de cerrajas: De igualdad nada. Los unos continuaban siendo unos y los otros, mucho más otros que nunca, pero eso sí con el signo cambiado. De ahí que lo que se nos está ofreciendo, desnivele la balanza: Arriba los de siempre y abajo los de jamás.

Dicen que estamos progresando. ¿En qué? En libertad, no. Acaso progresamos en libertades. Lo cual no deja de ser grave. Porque lo que nos proponen esas libertades son demasiado añejas, aroman a naftalina, marean y agobian. Por si fuera poco encarcelan y anulan la famosa y cacareada igualdad.

Eso de «quisiera servir a todos los españoles sin distinción de ideales, religiones y tendencias» atufa a basura de puro falsa, alarga la nariz del que habla y produce vergüenza ajena a quien lo escucha.

Si la libertad auténtica incluye «tener derechos» las libertades no sólo los derrumban sino que los devoran. Son torpes, peleonas, entorpecen el recto y suave fluir de la vida, causan destrozos, destruyen familias, asaltan normalidades, las acogotan y las asesinan.

Los que proclaman y alaban ese tipo de libertades, seguramente ignoran que la verdadera libertad si carece de límites, no puede hacer honor a su nombre. Tampoco los ríos sin cauce pueden ser ríos.

Por eso imponer «libertades», viene a ser una dictadura camuflada; ese tipo de despotismo que mata esperanzas, inmoviliza proyectos de mejoras globales, y anula los valores de los que no creen en ellas.

Al margen de sus propuestas, nada merece atención. La verdad, el mérito y lo realmente importante, se rige por lo que las «libertades» desenfrenadas prescriben. El resto carece de valor. No «mola», no es aceptable, es anticuada y sobre todo «fascista». En suma vivir al margen de los desafueros es repugnante: pertenece al pasado, esclaviza y para colmo, no está de moda.

Imposible resulta darles a entender a los amantes de esas libertades que casi siempre lo que ellos denominan «esclavitud», puede ser mucho más liberal y distendido que los encorajinados empeños de los dueños del poder que se aferran siempre, aunque no se den cuenta, al pasado para justificar planteamientos futuros.

En suma: nunca es verdaderamente amante de la libertad, aquel que propone, impone o programa, las cacareadas libertades basadas en los rencores o costumbres de tiempos perdidos afortunadamente caducos.

No saben que muchas veces avanzar es inmovilizar, destruir y por descontado ser antiprogresista.

Por favor que no mencionen la palabra «progreso» quienes sólo saben avanzar como los cangrejos: caminando hacia atrás. Todo cuanto se invente para ser progresista, si obliga a aceptar libertades blindadas y enfrentadas con la verdadera libertad, serán siempre hechos retrógrados y avances perdidos en el amargo descrédito de tiempos muertos y naufragados en nostalgias que el mar de los años devoró.

En pocas palabras: liberar tabúes basados en crímenes legales, sólo puede conducir a la mayor de las ataduras. Es decir: al miedo a la desolación y por ende, al dolor de comprender que, lejos de progresar, estamos retrocediendo. La muerte como finalidad es convertir la vida en un féretro, pero jamás podrá ser la representación fidedigna de la auténtica existencia. Nunca la libertad se ha obstinado en aupar desorden y desconcierto; ni alimenta odios; ni fomenta paraísos artificiales para ser feliz, ni oculta o desvirtúa a los que enarbolan banderas de paz y viven para que sus semejantes «vivan» y no se les considere seres desamparados indignos de ser atendidos.

Súplica para los que mandan: Por favor, señores importantes, no discriminen. Déjennos ser libres. No aten ni envenenen nuestras esperanzas como sus antecesores hicieron siglos atrás. Por favor avancen. Pero no copiando errores. Busquen soluciones nuevas. Cosas que no destruyan ni amarguen los desayunos de los que sorben café leyendo los periódicos o viendo la televisión. Déjense de libertades y dennos una libertad verdadera. Gracias .

Mercedes Salisachs
www.abc.es

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