Dice el ejército de defensores de nuestro juez gladiador y viajante que es Baltasar Garzón que no hay derecho a criticar a un juez. Por eso llaman miserables, canallas, fascistas y prevaricadores a todos los jueces que desde el Supremo o el Consejo General del Poder Judicial ponen simplemente en duda las muy dudosas, dudosísimas prácticas del juez campeador, ese que ve siempre amanecer. En este país se ha perdido definitivamente la medida. Nadie en un país medianamente civilizado, salvo algún guerrillero enajenado, pondría en solfa a las máximas instituciones del Estado por defender de forma obviamente partidista a un juez que, todos sabemos, ha utilizado la política para la justicia y la justicia para la política.
Resulta inenarrable que un padre de la Constitución Española que nos dio en su día la libertad a los ciudadanos se una a la campaña contra quienes quieren saber simplemente la verdad sobre lo que este ególatra enfermizo que baila entre secretarías de Estado y judicatura pretende hacer nada menos que con la justicia de España. Con la justicia de un país en enormes problemas, en gran parte causados por sus gobernantes actuales, y que se enfrenta a un futuro de precariedad e inseguridad como nunca desde su terrible guerra civil. ¿Cómo es posible que juristas en su día aplaudidos por todos los españoles de todo el espectro político se presten a tan infame y pedestre ataque a las instituciones de la Constitución que crearon por defender lo indefendible?
¿Cuánta coacción hay en esas posturas perfectamente inexplicables de personas que hemos tenido durante décadas por honorables y hoy se han convertido en consumados sicarios de la secta que todo lo copa, sobre todo el Gobierno, pero también los medios, instituciones bancarias o cajas, ayuntamientos y demás repartidores? ¿Cuánta presión han resistido o ha vencido a hombres cabales que hoy están defendiendo públicamente lo peor y más intolerable de nuestro país? ¿Se imagina alguno de ustedes a Garzón, con su biografía, en el Tribunal Supremo o en el Constitucional de Alemania?
Todo resulta al final de una ridiculez grotesca. Aquí ilustres juristas defendiendo a quien esta imputado de tres delitos. Allí en Sevilla reciben a Rodríguez Zapatero como si fuera el Caudillo -lo es probablemente- con banderas y soflamas y callan que su ex presidentes le dio diez millones de euros a la empresa que gestionaba en esas cuestiones su hija. Imagínense que Esperanza Aguirre hubiera dado diez millones de euros, o diez mil tan solo, a una empresa de un hijo suyo. ¿Qué andarían ladrando todos los de la secta todos los días, cada minuto, en todas las cadenas y emisoras? Zapatero, el caudillo que cuida a sus hijas del daño que su propia imagen les puede producir, no tiene pegas en que sus amigos, de alguna cadena financiada por todos nosotros a través de Televisión Española, difame a padres cuyos hijos se ven agredidos a diario por la infamias que el Gobierno, a través del ministerio del Interior o delegaciones propias, despliega por los medios.
Siempre, desde la dictadura en la que tantos estaban cómodos y otros se jugaban la piel, he pensado que este país tiene remedio. Porque está lleno de personas de buena fe y mucho coraje. Porque lo han reconducido varias veces hacia la dignidad desde la ignominia. Sigo pensando lo mismo. Creo que podemos salir de la bancarrota y de la vileza, de la inseguridad y la zafiedad. Pero también creo que la nación española necesita una rebelión. Una rebelión ante todo en la justicia y en la educación. Una masiva respuesta de resistencia contra todo lo que nos quiere convertir en mansos, sumisos, ignorantes y obedientes. Y creo sinceramente que ha llegado el momento de dar una señal clara e inequívoca de que estamos en ese rumbo, y consiste en apartar definitivamente al juez Garzón de la judicatura. Ningún país serio puede permitirse a un personaje así decidiendo sobre la libertad, la vida y la hacienda de sus ciudadanos.
Hermann Tertsch
www.abc.es
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