quarta-feira, 10 de março de 2010

Pedazos de nada

No tiene nada nuevo que decir, pero habla y habla hasta envolver la nada en una nube de palabras vacías; es el ruido del discurso lo que le interesa, la apariencia de unas respuestas que ya no tiene. Pura logomaquia ambigua, imprecisa, hueca, envuelta en el celofán cortés de una expresión preocupada. Hablar por hablar, ante la cámara parlamentaria o ante la televisiva, como la noche del lunes, en TVE: cháchara antigua en un decorado nuevo. De diseño, faltaría más; no conoce otra clave que la puesta en escena.

Cuando Zapatero habla de un problema, de la índole que sea -el terrorismo, la crisis, las relaciones internacionales, una reivindicación sectorial- sigue invariablemente un guión trivial que conduce a ninguna parte. El problema le preocupa, le preocupa seria y profundamente, la causa gran consternación y le provoca honda solidaridad con los ciudadanos que lo sufren. Gesto compungido, ademán cercano, mirada líquida. Y no sólo le preocupa, sino que está, junto con su Gobierno, trabajando en él. Un trabajo intenso, perseverante, responsable, comprometido. Pero, pese a esa preocupación y ese esfuerzo, a esa inquietud y a ese empeño, se trata de un problema que no depende sólo de él; hay factores externos, la situación mundial, la herencia anterior, la intransigencia de otros, la oposición que no arrima el hombro. Necesita comprensión y ayuda, tiempo y paciencia, entiéndanlo, es una cuestión tan compleja. Pero se resolverá, sin duda, porque éste es un gran país que siempre, gracias al trabajo de todos, acaba solucionando sus desafíos y saliendo adelante, etcétera.

Desde que es presidente no ha resuelto un problema. Los ha esquivado, ignorado, eludido o aparcado, salvo los que se empeña en crear él mismo con sus proyectos de ingeniería social y política, que son su única prioridad, su exclusivo desvelo. El resto es finta táctica, oportunismo pragmático. Ha convertido la gobernanza en un ejercicio de marketing y la responsabilidad en un simulacro gestual, al que últimamente añade la parodia de una autocrítica. Pepa Bueno, periodista mucho más que buena, le desnudó la labia preguntando sin anestesia y en picado sobre las realidades inoportunas y necesarias, pero sólo encontró quiasmos, circunloquios, evasivas, oxímorons, tautologías: una elocuencia estéril, un pico brillante y hueco. Y vuelta a empezar.

Lo decía cierto alcalde minero leonés: ni una mala palabra, ni una buena acción. Exageraba esto último; la acción es un concepto ausente del zapaterismo, porque implica profundidad, coraje y compromiso. La política del presidente es escenografía propagandística, superficialidad simbólica y facundia retórica. Puro frasismo: una frase mejor que una idea, una ocurrencia mejor que una solución. Algo sucede, sin embargo, cuando ni derramando cascadas de frases articula respuestas capaces de poblar el vacío de las preguntas.

Ignacio Camacho

www.abc.es

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