La justificación de la dictadura cubana, que ha hecho «Willy» Toledo al exonerar al castrismo de cualquier responsabilidad política por el asesinato de Zapata en una cárcel, es algo más que la versión de un actor extravagante. Su versión ha desazonado a gentes de izquierda, que, por pudor y vergüenza, se han sentido concernidas por el discurso ideológico de aquel. Por su parte, la versión de la muerte de Zapata, que ha hecho Miguel Bosé, ha supuesto no sólo una humillación para la memoria del resistente cubano sino para la democracia española en la medida que ha comparado el terrorismo de Estado en Cuba con las formas de gobierno del PP en Valencia. «Ayuno voluntario», afanes de notoriedad política de un «delincuente común».... ¿Qué ralea llegamos a criar en mis tiempos de izquierdas?
Ha habido reacciones positivas por parte de gentes de izquierda aunque excesivamente discretas y a veces bastante oscuras. Yo creo que en el fondo los funcionarios e intelectuales piensan que hay que ir capeando este tipo de situaciones porque tampoco conviene abandonar totalmente la combatividad contra la derecha, habida cuenta su natural propensión a la violencia.
Pero ¿porqué gentes como Toledo a Bosé defienden algo tan infumable como un régimen totalitario? Lo explico muy bien Arendt en los cincuenta. La izquierda trató de disculpar la barbarie estalinista frente a la nazi porque Stalin la hizo en nombre de la clase históricamente perseguida mientras Hitler lo hacía por la grandeza de su nación. La purga que nos cuenta Wajda en «Katrin» dejó de ser épica cuando se supo que los miles de oficiales polacos no habían sido asesinados por los alemanes sino por los rusos.
En el caso que nos ocupa, los camaradas Toledo y Bosé han asumido el papel de la clase obrera, históricamente perseguida, en cuyo nombre los hermanos Castro pueden condenar a ayuno hasta la muerte a un negro llamado Zapata.
César Alonso de los Ríos
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