Siempre a la vanguardia de los zapadores empecinados en dinamitar el orden constitucional, el feliz ejemplo de acoso a la Justicia de los catalanistas, al fin, ha abierto la veda del Tribunal Supremo. Y es que, hasta la llegada de Zapatero, en el pim, pam, pum contra los cimientos mismos del Estado, por lo menos, se respetaban las apariencias. Ahora, ni eso. Así, el montepío de los abajofirmantes de guardia con momio en el pesebre ya no muestra el menor recato antes de lanzar públicos avisos a navegantes contra jueces y magistrados díscolos. Al siciliano modo, o a la catalana forma, que tanto monta, el Tribunal llamado a juzgar a Garzón se ve sometido a directa, indisimulada coacción con tal de que exonere a su reo de obedecer el mandato de la Ley.
Pues lo más estupefaciente del asunto es que ni siquiera las barras bravas de Baltasar predican la inocencia del número dos de Mister X. Que el muy improbable becario del Santander haya violentado principios, normas y decencias jurídicas varias, diríase que les trae sin cuidado. De ahí los dos argumentos-chirigota que presiden la campaña de agit prop contra la independencia del Supremo. El primero, regurgitado ad nauseam desde la antesala misma del Consejo de Ministros hasta la última zahúrda mediática de Ferraz, sentencia que la verdad es la verdad la diga Agamenón o su porquero... siempre y cuando, claro está, el asunto no afecte al compañero Garzón o en la querella luzca, inaceptable, la rúbrica de Manos Limpias.
Nenhum comentário:
Postar um comentário